Tema 1: El origen

En el sentido más profundo de la palabra, ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cómo hemos llegado a existir? ¿Cómo hemos llegado a ser lo que somos?
Cuando nos hacemos estas preguntas, nos salta un hecho a primera vista: hemos necesitado de alguien para existir; todo lo que somos, lo hemos recibido de los demás: nuestro cuerpo, nuestros genes, nuestra educación, el mismo hecho de existir, etc. Nadie se da así mismo la vida. No podemos sobrevivir, ni crecer, ni desarrollarnos - física, psíquica y afectivamente - sin los otros.
Esto nos indica que los seres humanos no somos autosuficientes; las personas desde nuestro origen somos dependientes. De hecho, lo más propio del ser humano es necesitar a los demás. En nuestra constitución más íntima, los seres humanos somos “deudores” de los otros. A las personas, en general, no nos gusta tener deudas, sin embargo para que seamos personas plenamente, hemos de reconocer que tenemos una deuda que nunca podremos “saldar” y que es bueno que sea así: la deuda más importante de todos los seres humanos es haber recibido la vida y todo lo que ésta trae consigo.
Desde que nacemos, establecemos unas relaciones especiales: unos lazos o vínculos que nos unen a los demás. Los llamamos vínculos de origen porque sin ellos no existiríamos. En nuestro cuerpo hay una señal física de que existimos gracias a un vínculo: el ombligo. Las personas tenemos dos vínculos de origen: los padres y Dios. Existimos por dos actos de amor: porque nuestros padres han querido y porque Dios ha querido. Por eso podemos decir que -de alguna manera-, si vivimos es porque hemos sido deseados y amados. Esto quizá no se da en todos los casos respecto a los padres (puede pasar que algunas personas no tengan el cariño de sus padres o incluso que no estén con ellos o no los conozcan); sin embargo respecto a Dios siempre podemos decir que vivimos porque Dios ha querido, porque si no, no existiríamos. Si hemos sido originados por amor, esto nos lleva a la conclusión: existe un deseo arraigado en nuestro corazón: el deseo de que nos quieran. No podemos ser felices sin el amor de los demás.
Por último, es necesario considerar que todo lo hemos recibido gratis. Cuando algo se recibe gratis se llama "regalo". Nuestra vida es un regalo. Y cuando se recibe un regalo, la manera de aceptarlo es agradecer.
El agradecimiento es una actitud ante la vida, ante los demás, y ante Dios. El hecho de ser agradecidos nos capacita para desarrollar una actitud: la de ser conscientes de todo lo que debemos a los demás. Esta actitud forma parte de la virtud de la justicia, dar a cada uno lo que le corresponde y por lo tanto, darle las gracias.
Desarrollar la actitud del agradecimiento implica:
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Reconocer los dones que hemos recibido y no pensar que son “cosas debidas”.
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Detenernos cuando nos hacen favores y dar las gracias.
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Valorar los sacrificios y esfuerzos que hacen quienes nos aman.
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No exigir como derechos, lo que son regalos: mostrar alegría ante aquello que se me ofrece, saber disfrutar de las cosas y situaciones de nuestra vida.
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Fomentar la capacidad de asombro especialmente ante lo aparentemente pequeño.